Para qué filosofía
“¿Para qué sirve la filosofía?” Ésta es la pregunta estelar con que los alumnos de secundaria abordan a los profesores cuando tropiezan por primera vez con la asignatura de Filosofía. Una cuestión que suele resultar enojosa al docente, cansado de ese pragmatismo juvenil tan ralo, pero que por profesionalidad responde. Contestaciones del tipo “para enseñar a pensar” o “para mejor ejercer la ciudadanía”… u otras políticamente correctas y coherentes con los objetivos que fija la legislación educativa, dejan al alumnado indiferente.
Que no todo lo humanamente importante haya de servir para algo no es fácil de digerir por quienes, por razones de edad y formación, suelen confundir valor y precio. Pero si eso mismo le ocurre a un político o a un responsable de la administración, entonces con el pecado viene ya la penitencia: “para nada”. Eso es lo que parece desprenderse del tratamiento que las distintas administraciones educativas están dando a las asignaturas del área de Filosofía en la Enseñanza Secundaria. Hace ya algunos años que se oyen voces alertando de la precaria situación de la Filosofía en el nuevo ordenamiento educativo; ahora, aprobada ya la LOE y publicados los Reales Decretos que la desarrollan nos encontramos con la sorpresa (?) de que queda menguada al perder, al menos en el primer curso del bachillerato, un tercio de su carga lectiva. Lo cual choca con lo que de forma protocolaria se declara sobre el interés de la Filosofía en la formación de los adolescentes y de los jóvenes bachilleres. Al convertir la anterior asignatura de Filosofía en la nueva de Filosofía y Ciudadanía, el legislador transfiere a esta disciplina la responsabilidad no sólo de instruir filosóficamente al alumnado, sino también de formarlo cívicamente, dando así continuidad a lo que parece uno de los proyectos estrellas del gobierno en materia educativa y una de las novedades de la nueva ley: la Educación para la Ciudadanía. Se aumentan las funciones de la asignatura al tiempo que se disminuye su horario: un contrasentido.
En nuestra legislación educativa y desde hace ahora dos siglos, la Filosofía ha facilitado el acceso de los estudiantes de bachillerato a una pluralidad de saberes universitarios. Ha sido un lugarteniente eficaz de aquellos ámbitos de racionalidad que carecían de presencia sustantiva en el currículum de secundaria, sirviendo de introducción de buena parte de las ciencias humanas y sociales, así como de algunas cuestiones éticas o epistemológicas fundamentales para las ciencias naturales, de la salud o incluso de la tecnología. Ninguna otra materia del bachillerato ha ejercido como ella esta labor de puente, que ahora, en plena reforma del Espacio Europeo de Educación Superior, se torna más necesaria si cabe. En los últimos años se ha incrementado el número de titulaciones superiores, fenómeno que se multiplicará con la aplicación del Proceso de Bolonia. Por ello se precisan estas materias puente, más generales e inespecíficas (en línea con la formación de competencias que se reclama), y así parece haberlo entendido el legislador, si bien sólo parcialmente, con la creación de la nueva asignatura de Ciencias para el Mundo Contemporáneo, reducida sólo al dominio de las ciencias naturales o de la salud.
A la falta de decisión del gobierno central se une la ―¡ésta sí!― muy decidida política de boicot del gobierno valenciano a un modelo educativo que repudian. Las posibilidades que permite el Real Decreto por el que se establece la estructura del Bachillerato y se fijan las enseñanzas mínimas son aprovechadas por la administración del Partido Popular para, de forma sectaria y ranciamente confesional, quitar una hora lectiva a la asignatura de Filosofía y Ciudadanía (materia obligatoria y común para todo el alumnado) y entregársela a la de Religión (materia opcional y que tan sólo un 10% de los estudiantes de bachillerato elige).
Esta actitud de menosprecio hacia la Filosofía adquiere tonos burlescos cuando se trata de la Educación para la Ciudadanía, la nueva asignatura de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Con el pseudoargumento de que es adoctrinadora y elimina el derecho de los padres a la formación moral de sus hijos, lo que están ocultando es su plegamiento a las directrices de la jerarquía católica, alejada no ya de posiciones progresistas sino sencillamente democráticas. Pero el despropósito llega al disparate: la asignatura habrá de impartirse en inglés. Muy importante debe de ser la Filosofía y Ciudadanía cuando tanto interés se tiene en cercenarla. En otros tiempos se condenaba a los filósofos a beber la cicuta o se les quemaba en la hoguera, ahora es suficiente con arrinconarlos en los currícula escolares y demostrar por la vía de los hechos que la Filosofía sirve para bien poca cosa.
Grup Embolic (Anacleto Ferrer, Xavier García-Raffi, Francesc J. Hernàndez y Bernardo Lerma)
“¿Para qué sirve la filosofía?” Ésta es la pregunta estelar con que los alumnos de secundaria abordan a los profesores cuando tropiezan por primera vez con la asignatura de Filosofía. Una cuestión que suele resultar enojosa al docente, cansado de ese pragmatismo juvenil tan ralo, pero que por profesionalidad responde. Contestaciones del tipo “para enseñar a pensar” o “para mejor ejercer la ciudadanía”… u otras políticamente correctas y coherentes con los objetivos que fija la legislación educativa, dejan al alumnado indiferente.
Que no todo lo humanamente importante haya de servir para algo no es fácil de digerir por quienes, por razones de edad y formación, suelen confundir valor y precio. Pero si eso mismo le ocurre a un político o a un responsable de la administración, entonces con el pecado viene ya la penitencia: “para nada”. Eso es lo que parece desprenderse del tratamiento que las distintas administraciones educativas están dando a las asignaturas del área de Filosofía en la Enseñanza Secundaria. Hace ya algunos años que se oyen voces alertando de la precaria situación de la Filosofía en el nuevo ordenamiento educativo; ahora, aprobada ya la LOE y publicados los Reales Decretos que la desarrollan nos encontramos con la sorpresa (?) de que queda menguada al perder, al menos en el primer curso del bachillerato, un tercio de su carga lectiva. Lo cual choca con lo que de forma protocolaria se declara sobre el interés de la Filosofía en la formación de los adolescentes y de los jóvenes bachilleres. Al convertir la anterior asignatura de Filosofía en la nueva de Filosofía y Ciudadanía, el legislador transfiere a esta disciplina la responsabilidad no sólo de instruir filosóficamente al alumnado, sino también de formarlo cívicamente, dando así continuidad a lo que parece uno de los proyectos estrellas del gobierno en materia educativa y una de las novedades de la nueva ley: la Educación para la Ciudadanía. Se aumentan las funciones de la asignatura al tiempo que se disminuye su horario: un contrasentido.
En nuestra legislación educativa y desde hace ahora dos siglos, la Filosofía ha facilitado el acceso de los estudiantes de bachillerato a una pluralidad de saberes universitarios. Ha sido un lugarteniente eficaz de aquellos ámbitos de racionalidad que carecían de presencia sustantiva en el currículum de secundaria, sirviendo de introducción de buena parte de las ciencias humanas y sociales, así como de algunas cuestiones éticas o epistemológicas fundamentales para las ciencias naturales, de la salud o incluso de la tecnología. Ninguna otra materia del bachillerato ha ejercido como ella esta labor de puente, que ahora, en plena reforma del Espacio Europeo de Educación Superior, se torna más necesaria si cabe. En los últimos años se ha incrementado el número de titulaciones superiores, fenómeno que se multiplicará con la aplicación del Proceso de Bolonia. Por ello se precisan estas materias puente, más generales e inespecíficas (en línea con la formación de competencias que se reclama), y así parece haberlo entendido el legislador, si bien sólo parcialmente, con la creación de la nueva asignatura de Ciencias para el Mundo Contemporáneo, reducida sólo al dominio de las ciencias naturales o de la salud.
A la falta de decisión del gobierno central se une la ―¡ésta sí!― muy decidida política de boicot del gobierno valenciano a un modelo educativo que repudian. Las posibilidades que permite el Real Decreto por el que se establece la estructura del Bachillerato y se fijan las enseñanzas mínimas son aprovechadas por la administración del Partido Popular para, de forma sectaria y ranciamente confesional, quitar una hora lectiva a la asignatura de Filosofía y Ciudadanía (materia obligatoria y común para todo el alumnado) y entregársela a la de Religión (materia opcional y que tan sólo un 10% de los estudiantes de bachillerato elige).
Esta actitud de menosprecio hacia la Filosofía adquiere tonos burlescos cuando se trata de la Educación para la Ciudadanía, la nueva asignatura de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Con el pseudoargumento de que es adoctrinadora y elimina el derecho de los padres a la formación moral de sus hijos, lo que están ocultando es su plegamiento a las directrices de la jerarquía católica, alejada no ya de posiciones progresistas sino sencillamente democráticas. Pero el despropósito llega al disparate: la asignatura habrá de impartirse en inglés. Muy importante debe de ser la Filosofía y Ciudadanía cuando tanto interés se tiene en cercenarla. En otros tiempos se condenaba a los filósofos a beber la cicuta o se les quemaba en la hoguera, ahora es suficiente con arrinconarlos en los currícula escolares y demostrar por la vía de los hechos que la Filosofía sirve para bien poca cosa.
Grup Embolic (Anacleto Ferrer, Xavier García-Raffi, Francesc J. Hernàndez y Bernardo Lerma)